martes, 11 de mayo de 2010

DORÁNGEL VARGAS

"Claro que he comido gente, cualquiera puede comer carne humana, pero hay que lavarla y condimentarla bien para evitar enfermedades." - Dorángel Vargas.
En Venezuela, un país con pocos asesinos en serie, Dorángel Vargas no lo tuvo difícil para convertirse en el nuevo "coco". Este hombre, que al parecer no estudió más allá de sexto de primaria, vivía debajo de un puente en un parque y se dedicaba a cazar a sus presas humanas con la ayuda de un tubo de hierro. Cuando, en 1995, descubrieron los restos (los pies y las manos) de un pobre señor llamado Cruz, su amigo Antonio declaró como testigo en el juicio que encerró a Dorángel Vargas en el Instituto de Rehabilitación Psiquiátrica de Peribeca. Allí pasó dos años hasta que se decidió que ya no representaba ningún peligro para la sociedad y fue liberado. Vargas, alias "el comegente", no tardó demasiado tiempo en encontrar a Antonio y a cerca de diez personas más, y comérselas salpimentadas a su antojo. En 1999 alguien descubrió una gran cantidad de huesos humanos enterrados muy cerca de donde vivía Dorángel, y tras una confesión sin arrepentimiento aparente, "el comegente" fue encerrado en la Dirección de Seguridad y Orden Público del Estado de Táchira. 

Pero este hombre no comía por comer, sabía lo que se hacía y tenía sus recetas personales. Al parecer prefería el sabor de los hombres al de las mujeres porque, según decía "Estos son más sabrosos. Las mujeres son dulces. Es como comer flores y te dejan el estómago flojo". También tenía sus preferencias en cuanto a las partes del cuerpo a ingerir, "yo sólo me como las partes con músculos, particularmente los muslos y las pantorrillas. Con la lengua hago un guisado muy rico y los ojos los utilizo para hacer sopa". Pero la culpabilidad no era ningún problema para él ya que,"No me arrepiento de nada, como dice la iglesia, yo compartí mi pan con el prójimo y muchos me alabaron por el relleno de mis empanadas. Por necesidad me he metido en esta vaina. No me arrepiento, al contrario, me alegro porque me gusta la carne. Lo único que no me da apetito son las cabezas, manos y pies de los seres humanos pero me los comía en sopita cuando me daba hambre". Añadimos con esto a un nuevo incomprendido social, en este caso gastronómico, a nuestra lista.


Enlaces de interés:

http://www.users.on.net/~bundy23/wwom/vargas.htm

http://es.wikipedia.org/wiki/Dorangel_Vargas

sábado, 8 de mayo de 2010

SAWNEY BEAN

Cuenta la leyenda que allá por el siglo XVI, en Escocia, vivió un hombre con una visión algo particular de la vida. Sus padres intentaron por todos los medios que Sawney entregara su tiempo a un oficio respetable, pero éste se negó y un buen día huyó con una mujer de dudosa moral. Unidos por su amor al canibalismo, se instalaron en una cueva de la costa, cerca de Gallway. Una vez allí, haciendo uso de todo el amor y el incesto que llevaban dentro, crearon una gran familia: 8 hijos, 6 hijas, 18 nietos y 14 nietas. Durante los 25 años que pasaron disfrutando de impune libertad se dedicaron a alimentarse de más de 1000 personas. Por las noches, el clan atrapaba a sus presas por medio de emboscadas y se llevaban los cuerpos a la cueva, donde los utilizaban con fines alimenticios. Encurtían los restos y lo que ni el clan siquiera podía aprovechar se lanzaba al mar. Cuando los vecinos ya no pudieron explicar las crecientes desapariciones y los miembros amputados que la marea arrastraba hasta las playas, salieron a buscar a los culpables. Recorrieron los alrededores y lincharon a varios inocentes, pero los autores de los asesinatos no aparecían. Una fatídica noche, el clan salió de caza y emboscó a un matrimonio, completamente ajenos a la habilidad del marido para el combate. Éste, con una espada en una mano y una pistola en la otra, consiguió detener al clan, y tuvo la suerte de ser rescatado por un grupo de personas que pasaban por allí. No fue tan afortunada su mujer, que fue fatalmente herida por los descendientes de Sawney Bean.


Cuando el rey James VI de Escocia supo de lo acontecido, mandó una partida de 400 personas y varios sabuesos en busca del problemático clan. Los encontraron, como era de esperar, en su cueva. A continuación los encaderaron y trasladaron a la cárcel de Toolboth, en Edimburgo. De allí los enviaron a Glasgow o Leith, donde los ejecutaron sin juicio previo. Fueron ejecutados siguiendo el tradicional esquema que se utilizaba con los traidores: a los hombres, en primer lugar les provocaron heridas graves en manos y pies y luego les cortaron los genitales, permitiéndoles morir desangrados; las mujeres y los niños, después de asistir a tan dantesco espectáculo, fueron quemados vivos. Y así termina la historia que las madres escocesas aún cuentan a sus hijos para que se terminen la comida.

Enlaces de interés:
http://es.wikipedia.org/wiki/Sawney_Beane

domingo, 2 de mayo de 2010

HERMENEGILDO BERDUGO



"Lloverán langostas de granizo” - San Hernión 5:14
Puede que estas tajantes palabras de San Hernión, falso profeta del siglo XVI, nos revelen más sobre su autor de lo que él mismo pretendía. Considerado por muchos loco de atar, este hombre trataba de advertirnos de la inminente llegada del apocalípsis y de que sólo mediante el dolor, físico y psíquico, podríamos ser salvados. Según sus propias escrituras: “El dolor, elemento purificador donde los haya, fue creado por Dios para alejar a las almas impuras de toda tentación.” En 1508, tras ser juzgado por la Inquisición, fue condenado a una muerte rápida.


Casi cinco siglos después, exactamente el 7 de julio de 1977, nació en Toledo Hermenegildo Berdugo, “Hermes”. Se trataba de un fanático religioso que cree ser la reencarnación del falso profeta San Hernión. Este psicópata sadomasoquista cree estar destinado a seguir los pasos de su encarnación previa. Acudió a la cadena Dios TV para iluminar a la Humanidad con las enseñanzas de San Hernión. Ante la negativa de la cadena a emitir la cinta, Hermes purificó a 13 directivos de Dios TV mediante una tortura que el jefe de policía encargado de investigar los crímenes calificaría de “inhumana”. Empezó sentándolos en una larga mesa, perpetrando una macabra imitación de la última cena. Con una paciencia asombrosa, mantuvo a sus víctimas en esa posición sin proporcionarles comida ni agua, hasta casi matarlos de hambre. Cuando descubrió lo cerca que estaban de la muerte, decidió que el martirio que habían sufrido no era suficiente para ser purificados, de modo que los quemó vivos, ya que, como todo el mundo sabe, el fuego purifica. Tras una investigación policial tan fugaz como innecesaria, dado que desde el primer momento admitió la autoría de los asesinatos, Hermenegildo Berdugo fue condenado a 200 años de cárcel.